Por Louise Schubert
La supervisión ha formado siempre parte de mi práctica de Coaching y gracias a ella he podio progresar y no quedarme estancada dentro de mis propias limitaciones.
Durante mi aprendizaje como coach ejecutivo, fueron integradas varias sesiones de supervisión grupal en cada módulo del programa. Tratábamos casos de nuestra práctica profesional, los clientes individuales y temas organizacionales. Gracias a esta experiencia me di cuenta de la importancia de compartir dudas y reflexionar con otros sobre la cuestión de cómo intervenir mejor como coach a los diferentes niveles. Por ejemplo: cuestiones éticas, la importancia de fijar límites, la dinámica entre las diferentes partes del sistema y la contratación entre todos.
Entre módulos trabajábamos con un Mentor coach externo, que nos dio feedback sobre sesiones de coaching grabadas. Recuerdo la satisfacción que sentí al recibir feedback sobre las mejoras que logré, sobre todo el dejar de liderar a mi cliente y quedarme con una postura mucho más neutral.
Coincidiendo con mi desarrollo como coach ejecutivo, empezaron a entrar nuevos proyectos de coaching organizacional para nuestra empresa. Contratamos a una supervisora que venía cada 3 meses desde Inglaterra para trabajar individualmente con nosotros. Representaba otro par de ojos y nos dio la oportunidad reflexionar sobre nuestro modelo de negocio, la dinámica entre los miembros de nuestro equipo y las relaciones con nuestros clientes.
La supervisión actúa como una red de seguridad, nos permite cuestionar nuestra práctica para averiguar posibles conflictos de interés y asegurar que trabajemos siguiendo los códigos éticos vigentes.
Además, la relación entre supervisor y supervisado se distingue mucho de la relación entre coach y coachee. No se fija tanto en lograr un objetivo basado en un cambio de comportamiento, aunque puede ser un componente dentro del contrato.
Es una relación más bien entre iguales y esto ayuda a fomentar una relación de confianza, muy a menudo a largo plazo, que facilita el feedback, en los dos sentidos. Así, la supervisión ayuda al supervisado a verse a través de los ojos de otros, y saber más sobre su propio impacto en ellos. De este modo se potencia la madurez del supervisado y la mejora en sus habilidades como coach o mentor.
Yo recibí un feedback muy importante de mi supervisor, al principio de mi viaje como coach. Me abrió los ojos sobre cómo experimentaba mi presencia durante la supervisión. Me invitó a considerar las posibilidades de adaptar mis niveles de energía a los de mis clientes. Esta energía puede crear un obstáculo para gente más tímida o introvertida. Aprendí la necesidad de escuchar, observar y a sentir mis clientes a niveles más profundos. Empecé a reconocer el ruido en mi cerebro y notar la tensión en mi ser.
Gracias a unas sencillas técnicas de respiración honda y de relajación, he aprendido a abrir la puerta a un espacio tranquilo para mí y mis clientes. A través de la supervisión recibida a lo largo de los años, además de varios cursos especializados donde he trabajado mi autoconocimiento, he aprendido a detectar la transferencia de emociones entre mí y mi cliente, y a saber compartir con él/ella lo que me llega.
Recuerdo un caso cuando salí de una sesión de coaching con dudas sobre cómo compartir lo que sentía con mi cliente. Lo llevé a mi supervisión y me di cuenta del peso que soportaba ella sin darse cuenta. Su actitud era negativa y siempre le echaba la culpa a otros, a pesar de su status en la organización. Descubrí que yo necesitaba coraje para ser honesta con ella.
El resultado de mi feedback fue impactante, una revelación dura. No era consciente de su postura de “víctima”.
Se dio cuenta de que necesitaba realizar cambios en su vida y me agradeció por haberle encendido la luz. Meses más tarde, después de haber terminado el proceso de coaching, me compartió que había dejado la organización y estaba muy feliz construyendo su nuevo proyecto profesional.
La importancia de la supervisión para trabajar mi propio bienestar es otro beneficio que no tiene precio. Las diferentes demandas que experimento entre mi vida personal y profesional en ocasiones me presentan momentos difíciles. Después de compartir inquietudes con mi supervisor, veo la oportunidad de soltar, con gratitud, ciertas actividades o buscar más ayuda.
Inscribirme en el programa de formación para ser supervisor fue un paso muy importante en mi vida. Decidí volver a mis raíces y formarme en Ashridge, donde anteriormente había cursado el Máster en Consultoría de Organizaciones. Por la naturaleza del trabajo de la supervisión, es esencial que tú, como aprendiz, hayas vivido en tu propia piel las mareas altas y bajas de la vida y hayas aprendido a navegarlas.
Volver a este entorno de nacimiento, con sus espacios históricos y sus jardines para reflexionar, me permitió reconocer y celebrar todos mis aprendizajes acumulados, en todos los aspectos de mi vida. Era el principio de la siguiente fase del viaje.
Durante el programa nos invitaron a ralentizar la velocidad de nuestro modo de transporte, aparcarlo y quedarnos quietos. Aprendimos a mirar y reflexionar con los ojos enfocados en el sistema, estudiamos las dinámicas y lo que pasa entre los protagonistas de un caso, y cómo este se refleja en lo que ocurre entre el supervisado y el supervisor. Reflexionamos sobre cómo posibilitar la transformación, gracias a nuestras intervenciones, y nos dimos un baño ético. Indagamos sobre diferentes modelos éticos y practicamos y escribimos sobre nuestras propias experiencias durante dos años.
Profundizar en mis habilidades respecto a la práctica reflexiva fue uno de los puntos de crecimiento más importantes para mí. Yo evitaba indagar sobre mis propias sensaciones y todo lo que se puede revelar gracias a esto. Ahora, como supervisora, me brinda gran satisfacción mantener el espacio sagrado para mis supervisados, mientras descubrimos juntos, este tesoro oculto.
Uno de los regalos más valioso de la supervisión es participar en las crecientes redes de apoyo que existen entre supervisores a nivel global. Permea una voluntad de compartir y crecer juntos que me da la impresión que no existe tanto entre coaches. Gracias a mis colegas, repartidos por todo el mundo, he aprendido que no trabajo sola. Y gracias a la experiencia de Peer Supervisión ha surgido la idea de “Supervisión-Space”.
Coach y Supervisora Certificada
Me formé en Inglaterra en “The Academy of Executive Coaching” y en la Universidad de Ashridge. Estoy acreditada por el EMCC, EIA Coach Senior Practitioner y de Supervisión ESIA.
Formo parte del equipo global de acreditación del EMCC, asesorando a coaches y escuelas de coaching en sus procesos de acreditación. Soy miembro del “Focus Group” sobre la excelencia en la Supervisión en EMCC Global.
Tengo más de 35 años de experiencia como especialista en la formación y el desarrollo organizacional. En 2000 obtuve mi Máster en Consultoría en Organizaciones, en 2006 recibí mi diploma en Coaching y en 2010 entré en el mundo de la Supervisión.
Me encanta el trabajo de supervisor, realizo sesiones individuales y con grupos.
Mis clientes vienen de todo el mundo y agradecen la oportunidad de reflexionar juntos con un enfoque sistémico, sobre su práctica. Me dicen que les reto a ir más allá de la etapa de pensamiento, para asumir la responsabilidad y actuar de manera oportuna.
Trabajo en inglés como en castellano.
COMUNIDAD INTERNACIONAL DE HABLA HISPANA
Te ofrecemos 3 propuestas para que puedas comprobar cómo la supervision puede ayudarte en tu camino profesional.
SUPERVISION SPACE © 2022 NADIA MARTINE MARÍA PEETERS Y LOUISE SCHUBERT
Todos los derechos reservados y registrados. Prohibida su reproducción total o parcial.